martes, 29 de agosto de 2017

Tensión

Poco se ha hablado sobre una de las grandes palabras que viene a definir a la Izquierda con mayúsculas y que se puede comprobar con hechos en todas las democracias especialmente en tiempos de globalización. La palabra es tensión. Constante, patrón, denominador común de todo partido de izquierda que se precie. El vocablo no fue pronunciado off the record por un dirigente comunista o una fuerza minoritaria radical, sino por José Luis Rodríguez Zapatero, líder del Psoe a uno de los periodistas con más renombre de la izquierda mediática española, Iñaki Gabilondo.

Al pillar in fraganti pronunciándola a un dirigente como el secretario general de los socialistas podemos sentar que la palabra es eje fundamental de una estrategia política y por tanto, el vehículo por el cual debe trasladarse la información al público objetivo. Si en lugar de mentar tensión hubiera expuesto: "hay que levantar a las personas en contra de la injusticia", podría afirmar que Zapatero se creía un escenario y pensaba enfrentarse a él, pero fue lo suficientemente cínico como para susurrar una táctica mediática, un medio para conseguir un fin ante las venideras Elecciones Generales. Desde esa premisa en honor a la verdad cabría realizar el correspondiente aporte de hemeroteca y buscar la correlación entre tensón y las expresiones de los partidos y satélites de la izquierda: la propaganda, los carteles y anuncios electorales, las maneras de dirigirse a los acólitos, las huelgas y manifestaciones, el estilo y proceder de los medios de comunicación de izquierda, la respuesta material desde un plano políticó y ciudadano con afiliados y simpatizantes, la reacción cuando la izquierda no gana Elecciones, su tolerancia a lo que no sean sus propuestas y manifestaciones, su voluntad cierta de diálogo con fuerzas que no sean de izquierda, su tendencia a negociar con otras fuerzas de cualquier índole con tal de derrocar a las que no sean de izquierda, su posicionamiento con o contra fuerzas terroristas en relación con los partidos que no son de izquierda, la ductilidad ante los desafíos soberanistas cuando éstos son planteados a un partido que no es de izquierda.

Si tensión correlaciona con hechos y actitudes de la izquierda tendremos una explicación a la tensión ciudadana que vivimos, y por tanto no será responsabilidad directa de los partidos de no izquierda. Sabemos objetivamente, porque lo hemos cazado en micrófonos encendidos durante la publicidad, que existe una voluntad de generar tensión, sabemos que existe una disposición de propiciarla, sabemos que existe una fuerza ciudadana disponible. La tensión será un tipo de respuesta modulada por los actores que generan la tensión (ejemplo: correr la voz vía móvil) del mismo modo que un partido podría propugnar moderación o diálogo sincero y cierto, no como contraposición maniquea que busca situar en evidencia a los que han sido definidos como objetivo. Al conocer una variable fundamental, las respuestas que correlacionan no son más que una evidencia del sentido de una discurso político: la izquierda

martes, 22 de agosto de 2017

Villarriba y Villabajo

En un mundo globalizado en el que la información entra por los cables de fibra óptica en tu hogar y pasa a tener un protagonismo inusitado, no existe posibilidad de ejercer una libertad material real. Con un bombardeo continuo sobre cómo debemos ser para denominarnos buenos ciudadanos y como consecuencia lo malos que seremos de no acatar la dominante presión normalizadora, no caben demasiadas alternativas para estos últimos.

El malestar se hará creciente y la brecha ideológica comienza a resultar insoportable. Allá donde uno mire entre el mundo occidental, las discrepancias son tan enormes y las implicaciones personales tan a la vista por la visceralidad de las reacciones que la idea de patria empieza a ser un término, como diría Zapatero, discutido y discutible. La patria y el patriotismo siempre se ha basado en una idealización identificable con el territorio natal extensible a las personas que habitan en el mismo y caracterizable por un sentimiento de pertenencia. Parece ser que dichos sentimientos en muchos casos han sido sustituidos por otros de fuerza parecida pero en contrario, de odio a los conciudadanos que viviendo en ese mismo territorio, llegan a tener una visión diametralmente distinta acerca de todos los conceptos de importancia que reviste la conciencia de un ser humano. Se diría que la identificación, en este mundo globalizado, puede darse con mucha mayor intensidad entre una persona a miles de kms de distancia pero con coincidencias ideológicas que con el vecino de al lado. Llegados a este punto, de no ponerse remedio, la confrontación que ahora es mayoritariamente virtual y ocasionalmente presencial, va a llegar a unos extremos de difícil encaje social.

La mal llamada información y su supuesto derecho, no es más que un combate global entre facciones que se dedican a escoger o desechar hechos noticiables en razón a la conveniencia ideológica que susciten y a partir de los mismos, ponerlos en la picota configurándolos en ejemplos, no de la realidad, sino como diseños decididos por sus próceres mediáticos y élites menos mediáticas. Lo importante en este caso es cuan disuasorios llegarán a ser y cómo impresionarán en las cabezas de su audiencia para lograr una implicación emocional suficiente con la cruzada de turno.

Así las cosas, no veo más solución que empezar a promover espacios de principios comunes, territorios de afinidad ideológica, o de lo contrario lo común será designar espacios hostiles y belicosos cada vez con más frecuencia. Para qué odiar al que piensa diferente, que se aplique su propia medicina y viva según sus postulados apechugando coherentemente con las consecuencias de sus demandas. Yo deseo fervientemente que el que quiera una ideología podemita, socialista, comunista, liberal progresista, liberal conservadora o libertaria pueda disfrutar de cada una rodeado de gente que comulgue con sus premisas y que no obligue a los demás a padecerlas. ¿Se podría implementar algo así? Someteríamos a prueba la palabra Libertad con mayúsculas y acabaríamos con las tendencias de algunos movimientos políticos tan dependientes de sus Némesis y de la Psicología inversa, tan desgraciadamente motivadora ella ...

Villarriba y Villabajo

miércoles, 16 de agosto de 2017

Abierto y tolerante


Entre ese maremagno de palabras con marca ideológico-comercial registrada que solemos aquirir todos los días hay que prestar atención a una serie de ellas y demostrar que solo pretenden captarnos mediante el auto-elogio, esto es, se despliega la palabra-etiqueta como un rasgo positivo susceptible de poder definir a uno, y claro, uno se se siente aludido y al hacerlo procede a la defensa del vocablo (como trasposición del yo) que no de su auténtica definición.

Como estoy en mi blog de flexiones y no de reflexiones haré una sucinta mención y eso pasa inexorablemente por citar dos adjetivos ad hoc que suelen navegar al unísono y por los que muchos individuos suspiran ser nombrados. Y es que otras muchas denominaciones: dialogante, solidario, demócrata incluso (como apropiación maniquea) aspiran a construir a aquellas. Quién no quiere ser definido como abierto y tolerante. Nada menos que un resumen con tintes geométricos cuya apertura angular dispone que las tragaderas del especimen son capaces de deglutir, y atención a esto, no de todo por comprensión intelectual y empática, sino únicamente aquello que la idelogía progresista disponga como positivo o aceptable, de modo que el ángulo debe abrir lo suficiente para dejar pasar unos procederes y al mismo tiempo cerrar también lo justo para eliminar o perseguir otros. Solo de ese modo se puede condecorar a alguien con semejantes vocablos.

La RAE en una de sus acepciones define ser abierto como persona franca, llana y receptiva. Y es en la receptividad donde encontramos la falta de discriminación del término, pero si estamos hablando de etiquetas, nos referimos a comunicación, lo que nos lleva a su receptora la sociedad y a ideas de concebir su organización ergo la política, ¿y qué prima ahora por encima de todo? La corrección política, de tal modo la RAE debería ya mismo alterar receptividad para adecuarla a la oportuna discriminación en función de las personas, ideas o procederes en cuestión. Todo sea por alcanzar la condición de abierto y tolerante.


lunes, 14 de agosto de 2017

Sin caretas

En Tweeter no ves a la persona a la que te diriges cara a cara, en muchos casos no sabes ni cómo es, y ni qué decir cuando el destinatario es un perfil '+k' de los que cuentan sus seguidores por miles. En esos casos los usuarios-masa dejamos de ser directamente personas para convertirnos en un brainstorm (o tormenta de ideas) digital sin derechos de autor que brinda su creatividad al prócer tuitero de turno. Gente que aspira a dar a conocer sus ideas a personas que pujan por lo mismo cada cual en su respectivo nivel. Es importante tenerlo claro, como el porqué se elaboran memorandos y el porqué se despide a algunos de los que los crean. Al final, cada cual quiere decir la suya y nada tendrá que ver lo acertado, talentoso o genial que sea el comentario o estudio, lo relevante será de qué manera va a incidir sobre sus destinatarios: ¿Será productivo para el receptor? ¿Le halagará? ¿Habrá una mutua glosa de intelectualoide reciprobombo? ¿Será una crítica más tipo exabrupto número 23572? ¿Actuará de ejemplo necio como argumento maximalista en contrario? ¿Lacerante con argumentos sintéticos? ¿Comentarios de un pelma que intentará restar protagonismo a su interlocutor? ¿Alguien que pondrá "a prueba" la filiación al grupo de turno? ¿Un tweet "a huevo" para cocinar el zasca de tu vida? Todo el universo tuitero cristaliza en un destinatario que recibirá la información y en buena lógica la procesará según sus intereses. El éxito es tan tangible como el feedback cortoplacista recibido, un palo y una zanahoria empíricos, egomarcador digital implacable con pretensiones variadas en función del personaje: informar dirán unos, debatir, contrastar, enriquecerse (sincero pero efectivo eufemismo), identificarse con pares similares, ligar, reírse, insultar, destrozar al enemigo, hacer la pelota a famosetes, pasar el rato, y un largo etcétera de razones que nos damos para soltar 140 caracteres sobre la pantalla de un ordenador. No es raro que seamos todos objetos de usuarios que son objetos de otros usuarios y a su vez....

miércoles, 9 de agosto de 2017

El ciclo de la humanidad

A diferencia de las Ciencias naturales que suelen trabajar con valores cuantitativos, números, las Ciencias humanas como la Psicología o la Sociología lo suelen hacer con valores cualitativos. Éstos son producto de constructos, adecuaciones de una realidad intangible a una forma tangible que permita su baremo o medición, por ejemplo aspectos de la personalidad o la inteligencia. Esta característica no es baladí pues desde su creación, la Psicología por ejemplo ha batallado duramente por hacerse un espacio entre las anheladas Ciencias, no queriendo ser menos que otras en la pugna por el conocimiento científico. Pero resulta inevitable que por lo explicado, sea prácticamente imposible hablar de causalidad en los experimientos y sí de correlación, alta o baja, ya que los seres humanos no somos entes simétricos cuantificables con facilidad en categorías. Y claro, si usted le otorga la posibilidad a un ser humano de interpretar, le aseguro que lo hará. El problema viene por algo que en Derecho viene a ser la inseguridad jurídica, el que en una norma tenga cabida una amplia interpretación para propugnar lo uno y su contrario y como consecuencia la aplicabilidad de la misma pueda condicionarse a la arbitrariedad del que la imparte. En Ciencias podría denominarse inseguridad científica o metodológica (sin afectar a validez y fiabilidad), y supuestamente sería un oxímoron, pero suele referirse como discusión-debate en la comunidad científica, que queda requetebien y así todos contentos. Lo importante es cumplir los requisitos del método científico pero es bastante difícil expulsar los sesgos cuando se fabrican constructos y se utilizan variables intangibles.

A la hora de tomar en consideración al ser humano, hay que calibrar su subjetividad inherente y aceptar que somos producto de nuestros genes y circunstancias, el ambiente, pero si eso ya no se consigue en las Ciencias, ¿Qué pretenden conseguir los que están fuera de ellas? Habrá que asumir que convivimos por innumerables sesgos que nos acompañan en la creación de nuestras manifestaciones humanas y ello, sin darnos cuenta, sin percatarnos conscientemente, es algo de lo que ya está advertido el ser humano en su subconsciente, en su huella más profunda. Algo que le lleva a rodearse de afines de ideas y a imponer su voluntad con independencia de las reglas lógicas o porque éstas podrían obstaculizar sus propósitos. Así, la humanidad vive ciclos permanentemente tomando en consideración las variables a su alrededor y sobre éstas y las expectativas generará una tendencia que regirá una etapa. Las comparaciones y las expectativas suelen ser cortoplacistas y en primera persona. El ser humano no aprende de errores ajenos o pretéritos, al contrario, los usa para generar nuevas expectativas que fueron viejas en anteriores conflictos. Las nuevas generaciones son como los niños que dan lecciones a sus padres convencidos que su vigor les aporta más razón que fuerza y cuando una generación sucumbe al mandato de los que más sesgos tienen, de los que menos experiencia ergo número de variables de vida disponen, en esa etapa el conflicto estará asegurado.

lunes, 7 de agosto de 2017

Que no se vete la opinión sobre turismo

Nada hay peor que un tema alcance protagonismo y actualidad, trending topic en lo que parece ya nuestra lengua materna, el lenguaje de las redes sociales. Todo razonamiento sobre una cuestión encierra, según la clase de opinador, una serie de variables más o menos fluidas y/o floridas, pero en el tiempo que se viene acuñando trending topic en vez de las ya vetustas denominaciones, suele ser más frecuente reducir las variables a una o dos como máximo. Como metáfora del like o el retuiteo, las opiniones generan adhesión o rechazo y las razones son más bien identificaciones grupales mezcladas con un maximalismo que obliga a decidir si estás a favor o en contra. La etiqueta está a la espera acechando.

Recuerdo el día del "¡Por qué no te callas!" del Rey Juan Carlos que llamó en mí poderosamente la atención. Su falta de inhibición desacostumbrada para su obligada mesura y corrección me hizo sospechar sobre la aparición de una incipiente demencia. Razón que reforcé con la total indiscreción que desplegó Don Juan Carlos al desvelar a los medios una confidencia que había mantenido con Fernando Alonso. Algo no funcionaba como debía. Desde entonces pasé a defender la urgente abdicación de su majestad en su hijo, el príncipe Felipe. Pero apareció Pere Navarro, líder por entonces del PSC pidiendo la abdicación como si reclamara su cabeza. Una vez más la psicología inversa estableció su inexorable mecanismo y cualquier debate sobre la cuestión se redujo a un: a favor, en contra.

A fin de cuentas, pese a los avances o gracias a ellos, la ideología del eslogan está más vigente que nunca y si no díganselo a toda esa joven muchedumbre que abraza como si fueran defensores de la única verdad cierta su "Derecho a decidir" o "Derecho a votar" como principio y fin de discurso.

El turismo es imprescindible para España y parece inevitable que cuanta más gente conoce nuestro país, más quieran visitarla. Ahora bien, sería justo, que al igual que los próceres podemitas y análogos deberían sufrir okupaciones en sus inmuebles y de sus familiares, los opinadores deberían transitar y vivir en esas zonas donde el turismo masivo produce algo más que un intercambio cultural (por supuesto, sin vivir del mismo). Puede que con el tiempo y por razones muy alejadas a los grupos de camorristas de Playstation se plantearan abrir el melón del tipo de turismo al que deberíamos aspirar con hechos y no con eslóganes del tipo: "Suelo ver los documentales de la 2". A fin de cuentas, quien no tiene la culpa de todo esto, es precisamente el turismo.

jueves, 3 de agosto de 2017

La Barcelona de las filias y fobias

Nunca he negado yo la especial idiosincrasia de Cataluña que la diferencia ampliamente del resto de España, quizás porque nunca he tomado la diferencia entre regiones como una razón de separación geopolítica, más bien como una condición implícita de todo país que tiene un cierto tamaño y se ve condicionada por su ubicación relativa, características climatológicas, orográficas, etc., pero sí que Cataluña, y más concretamente Barcelona ha venido a caracterizarse por recoger las ambivalencias más antagónicas de toda España. En una región que se ha desgañitado hasta el dogma en pregonar su fe por la corrección política, la formalidad, el diálogo calmado, la moderación, es justamente donde aparecen los brotes de violencia radical más frecuentes y extremos, donde colisionan las clases sociales con mayor virulencia, donde se dan las antípodas de una burguesía acomodaticia y medrosa con grupos antisistema que ven colmado su fin de semana ideal por el número de cajeros y contenedores reventados o quemados. Quizás precisamente la razón de tanta colisión y conflicto surja de una conducta impostada que solo trata de vender pero nadie compra para sí mismo. Al final todo acaba siendo aquello que pretendo ser por encima de lo que realmente soy.

Barcelona siempre se ha marcado aspiraciones muy altas para pertenecer a esa idealizada Europa de rancio abolengo que, entre maneras civilizadas, influencia y riqueza, se acaban tomando decisiones que condicionan al resto. Los Juegos Olímpicos del 92 abrieron como nunca la espita a esa posibilidad, la ciudad Condal no solo entró en el mapa europeo sino en el mundial por la puerta grande y claro, mostrar al mundo algo parecido al Edén tiene un precio: pecuniario por una parte, que engrandece las arcas de los burgueses que quieren la gallina para ellos solos; pero también el que explica que todo extranjero cosmopolita que se precie quiere tener la oportunidad de visitarlo o si es posible, de vivir en él y ello incide en la presión demográfica pero especialmente en la inmobiliaria. Un asunto que hurga en una de las heridas de una ciudad ya de por sí densa y como es lógico, incide en los dos frentes antagónicos de la sociedad barcelonesa que se acompañan del acostumbrado odio y violencia.

Y es que Barcelona y Cataluña son una paradoja en sí misma, realmente disponen de buen clima, excelente comida, mar y montaña en un radio máximo de una hora en coche, cultura de primer orden, un equipo de fútbol conocido a escala mundial (sin embargo no soy aficionado al deporte en cuestión), gente competente, seria y trabajadora, y puede que ello haya motivado a algunos a lanzarse al monte y reclamar su independencia, pero Cataluña tiene justamente más diferencias dentro de su territorio que comparadas con el resto de España, una hostilidad que solo la recreación de un enemigo grandioso puede distraer, pero ¿Se imaginan esa Cataluña independiente? ¿Se imaginan no disponer de un Leviatán al que poder culpar de todos los males? ¿Podríamos vivir sin las filias y las fobias? Això mai. (Eso nunca)